domingo, marzo 29, 2009

TODOS LOS DÍAS SON VIAJES...


PEREGRINAJE*



Todos los días son viajes
Y la casa misma es viaje

BASHÓ




Vuelan los días,
Por las puertas abiertas
Viaja mi casa.


El sol saluda,
Llega en la mañana,
Viaja a la noche.






La vida rueda
Por la pendiente suave
De estaciones.

Fue primavera
Entre los nenúfares
Que lleva el río.





Es el invierno
En el cabello blanco
Mis sienes blancas.

Viaja la vida
En las gotas de lluvia
En el verano.




Somos viajeros
Eternos en el vuelo
Y sin ocaso.

Armamos rutas
Sin horizontes fijos
Ni limitados.




Aventuramos
Búsquedas en el tiempo
Que vuela alto.

Hoy me despido
Del viento y la lluvia,
De mis árboles.




A la mañana
Saludo con un adiós
Sin un retorno-

Pero volveré
Los caminos que viajan
Al fin se unen.




Sobre la escarcha
Giro hacia el este
Rumbo al calor.

La trayectoria
La elije el Tao,
Yo la recorro.





Cada estación
Me reserva sus sueños
En su destino.

Me acompañan
Los amores que dejo
En el cerezo.






El río viajero
Conduces los misterios
Al infinito.

El amanecer
Nos dirá su futuro
Con gran cautela.




Viaja la ruta
Entre verde y grises
De la arboleda.

Mis manos tienen
Los eternos adioses
Del caminante.




Soplo de viento,
Eterno peregrino
Busca su nido.

Nos encontramos
Tarde el viento y yo
En la rivera.





No me esperes,
Amor, voy rumbo al río
A beber sueños.

La barca está
Preparando su viaje
Al amanecer.




La leve brisa
Perfumará tu boca
Con mi aliento.

Viaja mi alma,
El paisaje que nos une
Queda contigo.




A la distancia
Flechas de arboledas
Marcan mi ruta.

Nada es quietud,
El universo mueve
Sus engranajes.




Se abren puertas
A manantiales níveos
Que limpian miedos.

Dejo ensueños
Al borde del camino
Y surgen flores.




Nada estará
Donde lo dejé ayer,
Se fue de viaje.

Sólo tengo hoy
Y será mi escudo
En mi mañana.





Mis huella dejo
Sobre arenas lisas
Que moja el mar.

Mi senda sin fin
Planta flores silvestres
Que me saludan.




Me dicen adiós
Los pájaros que buscan
Hallar su casa.

Le pido perdón
Por no ver sus flores
A los cerezos.




Soy como viento
Que empuja el Tao
Por mi sendero.

Siento tristeza
Al ver girar el tiempo
Hacia el ayer.




Danzan sin miedo
Las horas que se lanzan
Hacia la muerte.

Oprimo el hoy
Entre mis manos tercas
Para que viva.




Sólo mi sombra
Será la compañera
En mi sendero.

El alto bosque
Cederá a mi paso
Con bienvenidas.





Copio el color
De cada amanecer
En mis pupilas.

Cuando regrese
Ya se habrá concluido
Mi peregrinar.





*de Emilse Zorzut. zurmy@yahoo.com.ar






TODOS LOS DÍAS SON VIAJES...











ARTURO CARRERA

"La poesía es arte de esperanza; restaurar una estación de tren, también"



A veces , los sueños y los deseos no quedan sólo atrapados en la escritura.
En el caso de Arturo Carrera, involucrado en cuerpo y alma en el rescate de la cultura de un pueblo de la pampa húmeda, las utopías son posibles.



*de Claudio Martyniuk. cmartyniuk@clarin.com



Algunos pueblos chicos conservan el gesto antiguo, una luminosidad tenue, un ritmo marcado por el contraste insistente de la pausa. Antes el silencio y la geografía eran cortadas por el tren. Pero las estaciones vacías se convirtieron en monumentos nostálgicos. Aunque no siempre, no en todos los pueblos, ya que algunas han encontrado nuevas formas de respirar, con poéticas y políticas que desde la nada residual prefiguran otros modos posibles de existir. La recuperación, el aliento vital, tienen procedencias a veces extrañas, que rozan lo imposible y toman por asalto las ruinas.

El poeta Arturo Carrera es protagonista de la historia de una estación que atravesó su infancia

-Quiñihual, en la zona agrícologanadera de la Provincia de Buenos Aires-, se hizo poesía y ahora deviene espacio cultural, centro de traducción, lugar de hospitalidad.

El ferrocarril ha sido un emblema de la civilización. En medio de ramales clausurados o que apenas son transitados, quedan estaciones, como Coronel Pringles o Quiñihual. Estos espacios, ¿qué guardan, qué conservan, qué alimentan?

Estos últimos años, en mi recorrido por las cuatro estaciones que signaron mi infancia (Lartigau, Quiñihual, Pringles y Krabbe), todas en ruinas (abandonadas, saqueadas, vacías), experimenté, acaso tarde, lo que me pone en alerta contra la poesía como "trabajo artístico". Contra la poesía como
la leí en ciertos contemporáneos. Contra la poesía alejada de la vida. Como si la comprensión, para mí, al evaluar el sentido de un lugar donde hubo un "atisbo de civilización" -vos hablás de emblema de la civilización y las estaciones lo eran- llegara desde ese vacío. Es lo que el poeta Giorgos Seferis vivió en Asiné, el lugar de cuyo rey se habla una sola vez en la Ilíada, y donde Seferis concluyó que aquel páramo, después de la civilización, como aquel otro que había visto en Seleucia, no era para él sino una "invigorating emptiness", el vigor que da el vacío, y la posibilidad que éste abre para el que busca una verdad nueva. En mi caso, esa verdad es la poesía de la acción.

¿Por ejemplo?

La comprensión de esa idea nueva también se la debo a Chiquita Gramajo -musa o Gradiva para mí- quien desplazándose por entre las ruinas de la estación Quiñihual dijo: "aquí hay que hacer un centro de traductores". Y eso fue como buscar en la herrumbre, una vez más, el ferrocarril, su movimiento; e
insistir como la poesía misma, contra la memoria de lo "ignoto". Fue como nutrir allí, en Quiñihual, el aoristo de los momentos e "ilusión poética", el deseo simple de ser.

Aoristo, un tiempo verbal del griego, significa "sin horizonte". ¿Pero todavía puede haberlo?

La poesía, como yo no la entiendo pero es, en esta distracción discontinua de los días, es un arte de esperanza, o para utilizar el título de un poema de Yves Bonnefoy, es la tarea de la esperanza. De las utopías. Las utopías están sobre todo como el polvo vestigial sobre las cosas, sellando imperceptiblemente su apariencia. Fourier y sus mundos utópicos parecían disolverse y desaparecer al cerrar sus libros; pero fue el efecto de esa disolución lo que creó luego la magnífica cita de Italo Calvino cuando escribe: "La utopía que yo busco hoy no es más sólida que gaseosa: es una utopía pulverizada, corpuscular, en suspensión." Las utopías actuales quizá sean eso: pura energía corpuscular en suspensión.

¿Cómo es esta utopía suya?

Nuestra asociación Estación Pringles, que presido con Juan José Cambre, fue planteada como una utopía corpuscular, una utopía realizable en la pampa húmeda. El abanico de proyectos que impulsa incluye actividades con escuelas rurales, otra utopía que está en marcha.

¿Por qué habría que ir a Pringles, si no es Delfos?

Esa es la conclusión de mi poema: "Vengan a Pringles; ya sé, no es Delfos."
Claro, no es Delfos pero al escribir ese poema, Casa del fauno, pensé en la idea del xenófilo (el que ama al extranjero) opuesto al xenófobo (el que odia a los extranjeros). Para los griegos la palabra 'xenos' quiere decir a la vez extranjero e invitado, amigo que se recibe por hospitalidad en la casa de uno. En eso pensé para nuestro lugar, en Pringles, como un anhelo.
Que lleguen invitados, que lleguen extranjeros. La diferencia con Pringles está en la ausencia de templos para un oráculo, como fue el caso de Delfos.
Siempre me gustaron esas palabras de Eurípides cuando dice que para los griegos es costumbre recibir a los "arruinados por el mar" y entregarles regalos de hospitalidad, incluso ropas. Me contó el poeta Arnaldo Calveyra (en Pringles) que visitando Delfos de muy joven quiso pasar la noche al lado
del templo, y así lo hizo. Al despertar, alguien había dejado a sus pies una bandejita con leche, pan y queso de cabra.

¿Una posta poética puede ser popular?

Es interesante tu pregunta porque a veces suele confundirse nuestra apuesta con una invasión, con una "colonización". Entender todo el proyecto como una estetización de lo popular es un error o una tergiversación maliciosa. Desde el comienzo buscamos todo lo contrario. Una acción poética que no descontara la vida. Acaso porque la cultura y lo popular como entendieron también Eliot o Pasolini o Giacometti no son sino la manera de volver a centrar nuestra conciencia en los gestos mínimos de la vida humana.

¿El compromiso con Pringles es un modo de hacer justicia con el pasado?

No se trataría de eso. La escritura, según creo, trabaja con el aoristo. El aoristo era el tiempo verbal que le asignaba un valor instantáneo al ahora, como una especie de carpe diem, cosecha el momento. ¡Carpe el día, piensa vagamente en el venidero! Pero aquí se trata de momentos: ¡Carpe el momento!
El aoristo convierte todo en momentos, es decir, considera la acción como un momento: mira una acción entera como algo que sencillamente ha sucedido para siempre, como la infancia para Pavese. Ahora, en la acción, este verano, trabajamos en el aoristo de las tareas de restauración de la estación
Quiñihual. ¿El aoristo puede apartarse de la acción verbal? A mi juicio, sí.
La tarea misma de la infancia revisitada continuamente es eso. El aoristo está allí donde no hay horizonte, pero alguien habla. Donde bastaría dibujar el invisible horizonte en diferentes mapas, como lo hacía Joyce según su hermano Stephen.

Los trenes, las estaciones, ¿qué pueden decir de esa infancia que desapareció?

El tren, para todos, las estaciones, para nuestras infancias, si puedo decirlo así, fueron lo maravilloso mismo, una especie de linterna mágica lentísima sobre la ajena velocidad de los caminos y los viajes. Me acuerdo de mi primer viaje en tren, con mi padre, a Bahía Blanca. Había visto su partida tantas veces desde la terraza de mi casa, con el humo de la locomotora del tren que lo llevaba a Lartigau, entre el azul de las sierras, al atardecer y me entristecía. Pero ahora estaba yo en la boca de esa giganta de hierro que escupía vapor. Estaba en ese ruido, en esa despedida sospechosa y feliz, en esa inquietud de la llegada, en la campana y silbato de cada estación. En fin, hasta el coche mateo y su caballo que tomamos al llegar a Bahía Blanca son la infancia y el ferrocarril.

¿Qué se hace en Quiñihual?

El nombre Quiñihual proviene del arroyo que surca las tierras donde está la estación y donde dicen que vivió y murió el cacique Quiñihual, un indio fuerte y tozudo que no quiso abandonar su lugar ante el embate cristiano.
Hacia los años 30, Quiñihual contaba con varias viviendas, una escuela, destacamento policial, comercios de diversos rubros y dos herrerías. Después del cierre del ferrocarril se produjo un despoblamiento del lugar. En la actualidad sólo funciona un antiguo almacén atendido por Pedro Meier.
Nuestra "utopía realizable", porque ya se está realizando, es crear un centro descentrado: ni Buenos Aires ni Bahía Blanca sino Quiñihual, prueba de soledad en el paisaje. El Espacio Quiñihual, como se llama, se propone fomentar la producción literaria y artística y el intercambio creativo con la comunidad. También estimular la producción de los jóvenes escritores de la provincia de Buenos Aires (lo que está ya sucediendo con nuestro Premio literario Indio Rico) y generar (con la estación y sus viviendas) un lugar físico para recibir visitantes nacionales y extranjeros mediante un programa
de residencias.

Aira, Piglia, usted ..., ¿por qué la escritura argentina más exquisita se compromete en esta "fijación efímera" del proyecto que promueven?

Creo que tanto ellos como asimismo Daniel Link, Sebastián Freire, Edgardo Cozarinsky, Diana Aisenberg, Prior, María Moreno, Alan Pauls, Sergio Chejfec, Mario Bellatin, Kuitca entre los "amigos famosos" que nos ayudan con su presencia, comprendieron que no sólo a los "insignes artistas" roza
este proyecto, sino que sus diferentes ramales (valga la metáfora ferroviaria) han producido ya muchísimo interés y participación en la región y en el exterior.

Este compromiso que vincula y hace de manera muy local, ¿es un culto a la amistad?, ¿es una forma mínima y posible de política?

Todo eso junto. Si esto fuera más que un sueño escrito, cabría recordar esas palabras de Barthes de que todo adjetivo lleva, como una hormiga, su carga de ideología. Y esto es un baile en piso de tierra para el hormiguero de los adjetivos: ¡Qué maravilla inmigrante! ¡Qué utopía descamisada! ¡Cuánta felicidad irrefutable!



Copyright Clarín, 2009.

Señas particulares

NACIONALIDAD: argentino ACTIVIDAD: poeta. "Las cuatro estaciones" (Mansalva, 2008) es su ultimo libro . Su infancia y adolescencia transcurrieron en Coronel Pringles. A través de la Asociación Estación Pringles y del Espacio Quiñihual despliega proyectos culturales. "Utopías realizables", las llama.

Declamadoras y relatos de viajes en zorras

Una parte del recorrido cultural es, enuncia Carrera, "la Caravana de Declamadoras que todos los años se repite en Pringles, se renueva con matices eficaces para valorar ese decir 'en voz alta' la poesía. Las
declamadoras es la teatralización de una antigua práctica que también fue abandonada, como la estación Quiñihual. La inventó y agotó la famosa Berta Singerman. Tratamos de reactivarla con la intervención de la dramaturga Vivi Tellas y sus 'teatros fuera del teatro'. Porque aún queda mucho por obtener
en el terreno de la 'declamación'. Aunque todo se instala en las convenciones del kitsch, cada nuevo poema exige inevitablemente una revisión de los recursos sensibles y técnicos de su dicción."Además, "Julia Colombo y Julián Carrera -ambos historiadores- iniciaron un archivo histórico-poético
mediante entrevistas a los antiguos pobladores de Quiñihual, que aportaron dichos, fotos, recuerdos, sensaciones, detalles del pueblito que se gestaba y desapareció; sus casas, sus jardines, sus flores, los granos, las estibas y hasta un "catango" del ferrocarril del tramo Las Mostazas-D'Orbigny ofreció sus relatos de viajes en zorras visitadas a menudo por zorrinos..."

Textuales

"Hacia los 30, Quiñihual contaba con varias viviendas, una escuela, destacamento policial, comercios y dos herrerías. Después del cierre del ferrocarril, se despobló"

"El tren y las estaciones, para nuestras infancias, fueron lo maravilloso mismo, una especie de linterna mágica lentísima sobre la ajena velocidad de caminos y viajes"



*Fuente: Clarín
http://www.clarin.com/suplementos/zona/2009/03/29/z-01886888.htm
















EN EL CIELO LA MUERTE*





Miro el suelo debajo de los grandes árboles y el guano de pájaro es realmente una alfombra blanca con olor a gallinero.
Hay muchos pájaros en la plaza de la Municipalidad. Yo, que vivo cerca, contribuyo seguramente a la proliferación de gorriones, torcazas y negruchos, cuando con mi mamá les ofrecemos arroz para que traigan un poco de cielo al jardín.
Comprendo que son muchos, que es insalubre tanto guano allá debajo de la arboleda.
Pero estos hermosos, limpios, mortales halcones encapuchados que trajo el intendente no me provocan simpatía. Como los asesinos a sueldo de las películas, me causan impresión, me parecen peligrosos y bellos, pero mi sentimiento profundo está del lado de las avecillas desprotegidas, que comen sus semillas y sus bichitos, y tienen picos y patas amables, no afiladas guadañas ni feroces tijeras.
Comprendo que habría que controlar de alguna forma el número de los pájaros. Me respondo que los que somos demasiados y hemos proliferado hasta el extremo de exterminar a los otros seres somos los humanos, y que el guano en el piso no puede compararse ni remotamente a las enormes montañas de
nuestros basurales. De allí sí que surgen enfermedades, pestes, olores nauseabundos. Lo uno no quita a lo otro, me dirán, y puedo acordar con la lógica, no con el corazón.
Se que el envenenamiento u otros medios son menos ecológicos para mantener el número de aves, pero no me convence ninguna de las formas civilizadas del exterminio.
Escucho el escalofriante chillido de las rapaces de ojos de cuenta de vidrio. Me imagino, tiemblo, me estremezco si me imagino gorrión.
Nos han traído la muerte encapuchada, nos introducen sanitariamente el concepto de la matanza. Dicen que no los matan sino que los ahuyentan.
¿Adónde? Eso dijeron de los aborígenes cuando les sacaban las tierras. Los llevaban simplemente a otro lugar, no los mataban. No era para tanto. Claro que en ese otro lugar no había comida, ni tierra fértil, ni nada de nada.
Pero no los mataban. No. Sólo los corrían del lugar que ocupaban.
Escucho un chillido en el cielo repentinamente tan helado. Mi madre que ama a los pájaros sueña ahora con escopetas.







*de Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com

















PERSECUCIÓN*




No es fácil determinar en qué momento apareció; tampoco sabría decir cuándo adquirí la seguridad de que venía siguiéndome, pero desde que soy consciente de ello me siento levemente incómodo y con el paso del tiempo, esta situación ha empezado a resultar extremadamente molesta.
Mentiría si dijese que hay algo irregular en su comportamiento. En realidad, lo único que hace es caminar detrás de mí, a unos pasos de distancia. Nada que no pueda verse en cualquier otra ciudad, a cualquier hora del día. Nunca antes la he visto, ni es probable que ella me conozca, lo cual acaso fuese un motivo, siquiera remoto, para caminar en pos de mí por toda la ciudad.
Si lo miramos bien, no puede decirse que sea una niña, aunque así me lo pareció al principio. Alguna vez he aprovechado el reflejo de un escaparate para observarla, siquiera un segundo: su rostro no refleja en absoluto ninguno de los síntomas característicos de toda persecución. Por el contrario, parece completamente tranquila, como entregada a la meditación o al olvido. Un espectador casual acaso pudiera sospechar que su itinerario es tan arbitrario como el mío, y que el hecho de ir delante o detrás es tan
irrelevante como, por ejemplo, los nombres de las calles que atravesamos en nuestro coincidente tránsito. Pero si entro en una tienda o en un bar, ella permanece afuera, esperándome sin impaciencia, y reanuda la marcha en el momento en que vuelvo a salir a la humedad que impregna las calles.
No se me malinterprete: En ningún momento ella ha hecho nada que pudiera molestarme. Se limita a imponerme su presencia a una distancia razonable. No voy a ocultar que en algunos momentos, en determinadas calles poco transitadas, saber que ella estaba ahí, unos pasos más atrás, me ha resultado reconfortante, ya que no soporto la visión de las paredes grises que la soledad oscurece aun más y el silencio multiplica implacablemente.
Podría pensarse que todo es producto de mi imaginación, que me invento estas cosas, que los médicos no erraron al diagnosticar mi enfermedad.
También podría ser que para ella todo esto no fuese más que un juego inocente. ¿Por qué, entonces, son infructuosos todos mis esfuerzos por despistar su vigilancia? Si avanzo lentamente, ella camina despacio; si lo hago más deprisa, ella acelera la marcha; si corro, corre también. Siempre se mantiene a la misma distancia. No parece interesada en alcanzarme, pero tampoco permite que me aleje demasiado. Me pregunto cuánto durará esto, y si en verdad es posible concebir un final que pueda satisfacernos a ambos.

(Aunque es un hecho perdido en mi confusa memoria, he de confesar que yo también, en mi lejana juventud, fui siguiendo a alguien durante algún tiempo. Quizá supe quién era, pero ahora ya no recuerdo su rostro, ni su forma de caminar, ni las calles por las que transitábamos. No era un juego: Esa persecución, aunque pueda parecer un disparate, determinó mi futuro.)

Tal vez por eso me siento tan apenado ahora que, al girar con disimulo la cabeza frente a uno de los multiplicados zaguanes que salpican el incomprensible itinerario, he podido constatar, acaso sin sorpresa, que la niña ha dejado de seguirme. Probablemente ha encontrado por fin su propio camino y ya no me necesita. A pesar de la aparente incomodidad que me provocaba su presencia, ahora echo de menos sus pasos leves a mi espalda.
Pero la esperanza también es una forma de rebeldía; por eso, de cuando en cuando, al volver cualquier esquina, echo un rápido vistazo hacia atrás: No es imposible que alguna vez mis ojos me muestren una sombra, o la vaga sospecha de una sombra siguiéndome, justificando así, de uno u otro modo, mi errático caminar por estas calles que se me antojan eternas.







*de Sergio Borao Llop. sergiobllop@yahoo.es
http://sbllop.blogia.com









Correo:





¿Los Maestros de la Política?*



Desde el costo del Pan, la hipoteca que no conseguís, el chorito de la vuelta, el capanga del "comercio", o hasta el curita que no te gusta y las Krises, los Turquis, los Alfonsix, los Delaruina y los Vilela, tienen mucho que ver con esto que aquí me pongo a contar.

En sentido absolutamente literal, la única verdad es la realidad y, sin necesidad de ser positivistas, hay límites en que podemos llegar a decir que, lo que realmente cuenta, son los resultados.

Arranqué la Carta escribiendo la Firma y, en estos casos, "da cosa" iniciar en la fecha el año con un "2", pues me recuerda que estamos en el Siglo XXI, aquel en el que "La Razón - Futuro" nos contaba sobre maravillas que vendrían en el Siglo XXI. Sí, casi todo cumplido, salvo vivir en Marte y dignamente aquí, sobre la faz de la Tierra ("Futuro" era un suplemento del diario La Razón de Buenos Aires que salía en el fin de los '60).

Durante la Dictadura Militar, ante la presencia y palabras de una "autoridad", sean de la pintarrajeada inspectora del Industrial o de los primeros "Funcionarios de Estado" con los que conversé personalmente (1979 en adelante), pericibía un dejo de información "que no era para mi uso o arbitrio". Una especie de compartimento en el que no me correspondía penetrar ni debía ser informado.

Con la apertura política y ya trabajando en ámbitos en los que cada vez más tenía contacto que "esas personas", esa percepción ya se me presentó como un código de separación de castas. "Déjennos solos que vamos a hablar de política" "Bien, tienen razón, pero es una decisión política" "Usted (o vos, con el devenir menemista), no comprendés esto porque sos técnico" "Vos no entendés porque esto es política". En esto no se salvaron ni del más derechosos al más izquierdoso, estuvieran o no en el Poder o la "rosca" del mismo.

Uno tras otros los conocidos "de la casta común y silvestre", es decir, seres humanos, fueron ratificándome esa misma percepción comprobada: de que los dirigentes (Políticos, Fomentistas, Clubes, Asociaciones, Sindicatos, ONG's varias, Centro de Estudiantes, Colegios Profesionales, etc, etc y más etc), sabían algo más que el resto de los mortales. Son tan perfectos que pierden elecciones, son tan perfectos que deben gastar millones para ganar elecciones, son tan perfectos que nunca necesitan que alguien les diga que se están equivocando. Son tan perfectos que nunca, jamás, necesitan que alguien les diga "...y, no le dije que se estaba equivocando?...".

Veinte millones de personas Argentinas que no logran comprar por sí mismos sus viviendas. Millones de personas que, sin alcanzar un ingreso suficiente, superan las 350 horas mensuales de trabajo. Resultados probados ¿No?.

Intendentes que quieren tener "mucho cuidado" de no hacer enojar al Gobernador o al Presidente o a un Ministro, mientras culminan sus mandatos sin que jamás les hayan tirado un hueso (Ni a ellos ni, mucho menos, a sus municipios). gobernadores flácidamente correctos que son estrellados a la hora de darles espacio "arriba".

Todos se expresan y comportan como soldados "ante la superioridad" y como generales ante el Pueblo, mientras que eso no les sirve (A LA MAYORÍA DE ELLOS), para nada. Siguen sin entender, "porque ellos saben muuuucho de Política", que si se comportan como Generales "hacia los de arriba" y como soldados ante SU PUEBLO, al final del camino, esos fatales cuatro años, por lo menos les quedará el reconocimiento popular, aunque pierdan las elecciones.

Sí, ya se que algunos parece que se comportan como generales "hacia arriba" y así les va. No me refiero a inútiles fascistas y reaccionarios, me refiero a personas cerebral y moralmente normales (Y hay algunos de los buenos que sí lo hicieron y hacen).

Claro que, en Política (Gremio, Partido, Asociación, Club, ONG, etc), los Maestros Ciruela que hasta ahora tenemos -unas 5 décadas-, solo son posibles mientras los alumnos SIGAN SIN IR A CLASE A DESHABILITARLOS COMO Falsos Docentes que son.

Como siempre digo, hay que empezar por participar en el barrido de la vereda, la Cooperadora de la escuela, el Comité, la Unidad Básica, el Club, la ONG y empezar a subir a los estrados a los verdaderos y potenciales maestros, ESOS QUE SIGUEN ESCONDIDOS EN EL SER DE UNOS CIENTOS DE MILES DE ARGENTINOS.





*de Jorge de Mendonça. jorgedemendonca@gmail.com

Marzo 28 de 2009 - Ingeniero White - Buenos Aires










*



Queridas amigas, apreciados amigos:



Este domingo 29 de marzo de 2009 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg (107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa bilingüe Poesía y Música Latinoamericana, música del compositor brasilero Ronaldo Miranda. Las poesías que leeremos pertenecen a Pedro Arturo Reino Garcés (Ecuador) y la música de fondo será de Wayna Picchu
(Andes). ¡Les deseamos una feliz audición!




ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at

(Link MP3 Live-Stream. Se requiere el programa Winamp, el cual se puede bajar gratis de internet)!!!! Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!!




REPETICIÓN: La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo!

Freundliche Grüße / Cordial saludo!



YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.com
Schießstattstr. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel. + Fax: 0043 662 825067




*


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sábado, marzo 28, 2009

MIENTRAS SOBRE EL PUEBLO DESCIENDE LA PERFUMADA NOCHE...


MI ABUELA LA CALANDRIA (*)




Las manos de mi abuela campesina
Inquietos jaríllales al viento.
Denunciantes De historias postergadas.
De mujer y labriegos
De calendarios de hambre.
De renuncias. De involuntario exilio.
De extensos quebrachales de miedo.
De rezos, de leyendas, de íconos en sepia.
Mi abuela heredera de mieses y de soles.
Mi abuela flor. Brote, rama, raíz.
Fruto


En terrenal alquimia mezcla argamasa y lluvia
En el horno de barro se hace pan el milagro
Y perfuma, perfuma
Los cielos de la infancia.
Se confunden sus manos con la tierra.
Entierra simientes y dolores.
Casi secretamente
Desgrana semillas de esperanza.
El vellón de oveja desafiante la espera.
En sus manos, las nubes.
Se transforman
En calor. En abrigo,
En padre, en madre.
El oro es pajonal y en sutil filigrana,
puntadas y sueños se entrelazan
Surge entonces el nido: un canasto de paja.
Mi abuela es la calandria, la que siempre se queda,
Y canta cuando goza y canta cuando llora.
… El viento se detiene… para verla bailar
Sus manos se transforman en palomas y sus pies,
En ingrávidos gorriones.
Mi abuela, la calandria, la que siempre se queda




*de Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar
(*) La calandria es uno de los pocos pájaros que no migran y viven por años en el mismo nido.












MIENTRAS SOBRE EL PUEBLO DESCIENDE LA PERFUMADA NOCHE...











TIERRA ASENTADA*





Me cuenta Miguel lo que otros contaron, que es una forma de homenaje a los narradores, a lo narrado, a la memoria que se derrite como el hielo en verano, que se esfuma, que tiende a desaparecer.
Y me cuenta Miguel que le contó Antonio que su padre, brazos en jarra frente al mar, le dijo "qué lecos está mi casa", italiano frente al mar, italiano frente al océano, frente a la inmensidad del espacio pero más del tiempo. "Qué lecos está mi casa", y le aclara "mi casa de la infancia". Todo un mar, señor Cali, todo un mar entre su Italia y la América.
Y cuenta Miguel que su amiga Inés le dijo una historia, me imagino historia contada a media voz, historia de sobremesa, cuando la luz he decaído, la emoción florece y los vellos sutiles propenden a erizarse frente a lo intangible, a lo tan real que se puede tocar con esos, los dedos verdaderos del comprender por completo.
Inés le contó a Miguel que su mamá llamó a un taxi, le dio la dirección de su casa para volver a ella, y el taxista comprobó que la casa a la que la señora quería dirigirse era esa de la cual había salido recién para tomar el taxi. Sería, me imagino, la casa de la infancia. Pero ella no quería volver a esta casa presente, a esta casa donde ella es vieja y su hija ya no juega ni llora con las rodillas raspadas. Ella no quiere esta casa repintada, transformada, con gentes distintas a fuerza de calendarios y sucesos y vida
que transcurre. Ella quiere volver a su casa de la infancia.
El océano del tiempo la separa de esa casa de fantasmas. Cómo podría ser esta casa la casa de la infancia, si aquí papá no está, si en esta cocina las manos de mamá no amasan los tallarines en la mesa empolvada de harinas pasadas, ya irremediablemente posadas en la madera que ya no está.
Y mi madre vuelta a su Euskadi que me dice que aquí por donde pasa la autovía era la fábrica, y aquí donde ya nada hay, en este sitio que ya no es pero fue, ella jugaba. Y el señor Coiro con sus ojos de cielo, plantando en este clima dos sufridas parras y un nogal retorcido para traerse un pedacito
de su paisaje de montañas.
Me doy cuenta de que esta es una tierra de gentes sin hogar. Mudados de ciudad o de país, mudados de casa, pocos pueden atrapar el polvo dorado que los rayos de luz orlaban para sus abuelos. Me doy cuenta de que esta tierra es una tierra de gente trashumante, que tiene la extraña costumbre de
envejecer, de perder amigos familia y conocidos, de viajar el tiempo que aleja aleja aleja irremisiblemente de las casas de la infancia.
El papá de Antonio, brazos en jarra delante del mar, del infinito mar, descubrió que la casa de la infancia estaba lejos. Que la infancia estaba lejos. Que era un marino del océano del tiempo y del espacio.
El polvo de los altillos se asienta en los suelos de madera. El libro troquelado se va cerrando, la casita se pliega, queda el mar. Se escucha en el silencio un reloj.



*de Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com















Sueño de un día de mayo*



La balada de Haroldo.




A Haroldo Conti



Haroldo sueña que es un árbol que sueña que es un hombre que quiere soñar que no sucede esto. Entonces pájaro, un ave en su verde jaula de fronda. Jaula no, no ésta donde ya es anciano del dolor. Quiere la dulce luz del verano que recubra como un velo los huesos rotos. "Si no volviese yo, la primavera siempre volverá", busca florecer. En la memoria ya ha florecido en hojas de libros, de álamos, en caminos de ríos y palabras, camino hijo, su pajarito árbol. Haroldo se piensa hacia atrás, antes de lo que nunca debería haber pasado, cuando era un fresco cuerpo con vida que respiraba la tierra enviándole señales. Busca un bosque húmedo, los otros árboles – cuerpos soñando un mundo verde. El olor de los hombres, de la tierra ,el olor de lo unido, para espantar este olor, este asco de verde uniforme-golpe, este olor de futuro muerto. !Y todo por soñar!.

Mientras el sueño gira, Ernesto, su hijo, sueña un padre vivo, no esa foto en el pecho de la madre, para crecer amparado por su sombra, un padre árbol para columpiarse con él en los ríos del aire, para encenderse por dentro y descansar los ojos de lo que vio ese día. Nosotros lo soñamos más viejo, desafiante del tiempo detenido, soñamos que leemos su nuevo libro en un país que todavía existe.







*de Cristina Villanueva. libera@arnet.com.ar















Bondad y coraje*






*Por Osvaldo Bayer




Todo comenzó cuando fui a ver Mundo Alas. El film. León Gieco, el artista de la generosidad, nos ofrece la lección de cómo actuar en la sociedad injusta.
El único camino, la solidaridad. Meterse en lo injusto indescifrable para tratar de descifrarlo, o por lo menos para llevar un poco de alegría donde todo aparece como definitivo. Un artista consumado que podría pasar su vida en los jardines de Babilonia y sin embargo se mete en la vida, esa que vemos en nuestras calles, en nuestros andurriales, en las salas de espera de los hospitales públicos, en los trenes con gente en los estribos. Y es así como prepara un conjunto artístico-musical con jóvenes llamados en el idioma oficial "discapacitados" pero que son capaces de vencer todos los obstáculos y brindarnos música, danza, imágenes dibujadas. Y León conversa con ellos como si fuera un amigo de barrio, un hermano mayor pero colega de aventuras; les inyecta humor y risas. Y todos ríen y vencen sus problemas y allí están, en el primer plano del escenario ante el aplauso entusiasmado y el cariño desbordante del público que los aplaude a ellos y derrama lágrimas por el gesto del artista de mano abierta, de alma tan inmensa como nuestras pampas.
Gracias, León, sí, a vos también aquellos libertarios que lucharon tanto por el mundo de los abrazos te darían el título de "Hijo del Pueblo", el título máximo a que puede aspirar el ser que no se aloja en la torre de marfil sino que baja todos los días a juntarse con la realidad de las orillas, de donde proviene la vida que nunca podrá ser vencida. Gracias León, ya te has ganado para siempre el Premio Nobel a la Bondad.
Y la semana continuó de triunfo en triunfo. El triunfo de la Verdad. Asistí al colegio técnico de Florencio Varela, y fue tocar otra vez el cielo con las manos. La alegría de presenciar la fantasía de la realidad. Ver cómo se cambiaba el nombre de la escuela General Aramburu por el de Rodolfo Walsh.
¿Cabe acaso en la Etica un paso más claro hacia adelante? Como lo dije al iniciar mis palabras en el acto: "Hoy se cambia el nombre de quien ordenó la Operación Masacre por quien tuvo el coraje civil de investigar y mostrar a los culpables de la Operación Masacre. El más valiente de nuestra generación: Rodolfo Walsh, asesinado luego por los sicarios en uniforme. Un nombre dado a esa escuela por la dictadura de los generales en 1980 y que -para vergüenza de nuestra democracia- subsistió hasta ayer. Pero la lucha de docentes y alumnos llevó al triunfo la virtud de la solidaridad contra la cobardía de los que no se definen, para poder mantenerse en el poder". El momento más emocionante fue cuando Lilia Ferreyra, la compañera de Rodolfo, expresó su agradecimiento y su alegría plena de nostalgias por
el ser tan amado.
Y continuaron en la semana de la Memoria los actos de reivindicación de los que lucharon por más justicia en una sociedad morbosa de tanta impunidad y provecho individual. En la Facultad de Agronomía y Veterinaria de La Plata se inauguró el Jardín de la Memoria. Allí, los retratos de los 57 rostros
jóvenes de los estudiantes desaparecidos. Los asesinos asaltantes del poder quisieron borrar a esos jóvenes de alma generosa. Pero están ahí, más presentes que nunca. Sonrientes. Y una de las mayores alegrías de mi vida fue ver ese árbol llamado "casia tucumana", nada menos, plantado por mí hace
diez años, cuando se invitó al proyecto del Jardín de la Memoria. Ese hijo de la generosa naturaleza estaba todo florecido, una corona de flores de color amarillo brillante, sí, con flores a pesar del comienzo del otoño. Se ve que nos esperó para estar florecido y adornar esos rostros que nos mirarán para siempre. Entonces dije: "El Jardín de la Memoria. El hermoso nombre. El bello lugar. El color esperanza en sus verdes. Las manos abiertas de la naturaleza. El recuerdo eterno dentro del reposo eterno. Los generosos son recordados en cada árbol, en cada rosa, en cada brote que se asoma
curioso. Aquí estarán siempre los que salieron para tener una sociedad sin niños con hambre, sin villas miseria, sin humillados y ofendidos. Los generosos que aquí nos miran desde sus retratos. Los que quedarán jóvenes para siempre. En cambio, sus cobardes verdugos de uniforme y de pistola al
cinto, de la picana eléctrica y la de-saparición no tendrán jamás ni una placa ni una sonrisa de nadie ni un musgo. Los verdugos bestiales, los agentes de la muerte, algunos de ellos ya entre rejas. De dueños de la vida y de la muerte a despreciados para siempre por la Historia".
"El triunfo siempre definitivo de la Etica en el devenir del ser humano. A veces ese triunfo puede tardar mucho, pero llega. Lo he visto en la Patagonia, donde los peones rurales fusilados en el '21 tienen hoy monumentos allí donde el Ejército les robó la vida contra toda ley por pedir un poco de dignidad. Hay ya hasta escuelas con sus nombres. En cambio, de los bestiales verdugos uniformados, nada. Ni una placa, nada, el desprecio más absoluto, el asco bien humano ante tanta maldad. Lo mismo aquí. Miro el
rostro de estos valientes, generosos. La generosidad hasta dar la vida por la dignidad en una sociedad, a quienes nuestros patriotas de mayo les enseñaron a cantar:
'Ved en trono a la noble Igualdad,
Libertad, Libertad, Libertad.'
"Y nuestros jóvenes, que hoy recordamos y que están aquí junto a nosotros más que nunca, gritaron bien fuerte esas palabras, pero no se quedaron en eso sino que resolvieron llevarlas a la realidad. Y entonces los esperaba la prisión, la tortura, la desaparición.
"Pero volvieron con sus rostros sonrientes, siempre jóvenes mientras nosotros envejecíamos. Y volverán todos los años, aquí a este jardín, a estas aulas, para ejemplo de las nuevas generaciones.
"Nuestros miles de jóvenes que nos mostraron el camino a seguir, nos obligan a pensar más en nuestras obligaciones como seres humanos frente a los que sufren en nuestra sociedad injusta.
"Desde aquí, desde este Jardín de la Memoria nos inspiran a luchar por la paz eterna, por una sociedad sin violencias, violencias siempre creadas por quienes se han apoderado de la riqueza de estas generosas tierras. Las Madres y las Abuelas de ellos nos están advirtiendo y nos vigilan para que sigamos con los sueños de ellos, y no dejarlos solos. Cultivar este jardín tratando de convertir en un jardín de la vida a todas nuestras pampas para todas las generaciones del futuro. Gracias a todos los que han hecho posible
estas jornadas. Es como prender una luz más en el amanecer de los sueños de la dignidad."
Y partí del jardín mirando al árbol tucumano coronado con sus flores sonrientes a la vida.
De allí a la Mansión Seré, en Morón, a lo que fue, para vergüenza de la aeronáutica militar, un campo de concentración de la humillación eterna para esa arma. Todo se ha convertido en un enorme jardín donde la juventud y la niñez juegan a ver quién posee más alegría. Pero no se olvida su pasado de cobardías militares, torturas y muertes. El acto tuvo un tinte del volver a resurgir con ideales, y de melancolía por los rostros jóvenes que nos mirarán para siempre en ese parque.
Y, por supuesto, el final en Plaza de Mayo, con las Madres, este jueves a la tarde, como hace 32 años, cuando los pañuelos blancos salieron a denunciar a los poderosos de la muerte. Los rostros de las Madres, cada vez de más edad, pero cada vez más metidas en la gloria imperecedera de su coraje de Madres de la Vida.





*Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-122229-2009-03-28.html






PERFUMADA NOCHE*


( A mi tía Haydée, para que nunca se muera )



La vida de un hombre es un miserable borrador, un puñadito de tristezas que cabe en unas cuantas líneas. Pero a veces, así como hay años enteros de una larga y espesa oscuridad, un minuto de la vida de ese hombre es una luz deslumbrante. El señor Pelice tuvo ese minuto y esa luz. Pocos lo recuerdan en este pueblo. Algunos, los más concisos, piensan que murió realmente de vejeces. La muerte es según, como la vida. Es otra vida, justo, otra forma de consistir, no un per saecula definitivo, nada absoluto, ninguna cosa extravagante porque también es de ser, aunque en artículo mortis. De modo que el señor Pelice sigue siendo todavía. La muerte, ya que viene al caso, es suceso chiquito, desdibujo, entreluces. Este pueblo no fue así desde el comienzo, como uno imagina. En su momento fue pueblo niño. Antes no estaba el molino de Rodríguez ni la fábrica de fideos de Basile era como es ahora con un alto letrero encendido en la punta, sino de madera bien seca y engrasada, es decir, lista para encenderse en cualquier momento como finalmente sucedió bien solemne y entonces, después, sobre las cenizas vino esta otra, de fuerte cemento y letrero penachudo, ni estaba siquiera esta estatua de San Martín que cabalga sereno entre las copas de los árboles, ni el blanco palacio de la Municipalidad tan gobernante, ni aun la avenida Alsina de cemento liso embanderada de letreros a los costados. Esto es, hay otro pueblo por debajo de éste, y otro y otro más con tapialitos amarillos de sol y callecitas de tierra. Y por una de esas callecitas ahí viene el señor Pelice con sus botines de becerro, su traje de gabardina negra y su panamá copudo, a los pasitos, muy de cuerpo presente. Viene. Y ése fue el minuto y la luz del señor Pelice. Porque no va que ve por primera vez a la señorita Haydée Lombardi en la puerta de su casa, en la calle Saavedra, al lado de la confitería "Renacimiento", que está en la esquina de Pueyrredón y Saavedra, aquella opulenta casa con un tejado a la Mansard con espiga, tragaluces, cresta, veleta, buharda y chimenea, que se ennegrecía al atardecer y boyaba como un barco en el alto cielo y ella allí, en la puerta, para siempre desde ahora, blanca y frágil y perfumada, figurín, Haydée Lombardi, para sueño y música. Al señor Pelice le hizo un ruido el corazón y la amó desde ese mismo momento. Jamás cruzaron palabra pero él desde entonces se quitaba puntualmente el panamá frente a aquella puerta a las seis de la tarde en invierno y a las ocho en verano, y ella inclinaba apenas la cabeza y casi sonreía. Para el señor Pelice fue el momento más brillante de su vida lo cual es bastante textual porque, como se sabe, el señor Pelice era el cohetero más reputado de la zona. ¿Quién no recuerda, eso sí, las cascadas, abanicos, glorias y soles fijos que hacía estallar para la fiesta de San Donato, por ejemplo, aparte de las consonantes bombas de estruendo que reventaba en procesiones y remates y que se oían hasta Irala o Cucha-Cucha, según soplase el viento, y era el propio mundo que saltaba en pedazos? Aquel año del encuentro engendró para la fiesta de San Isidro Labrador, de este pueblo protector, sus famosas piezas pírricas de formidable combustión. Las piezas pírricas mediante fuegos fijos, esto es, que hacen su efecto sin dar vueltas, según se conocían hasta entonces, eran fáciles de prender mediante el simple recurso de mechas de comunicación. El maestro Pelice, en cambio, que era un verdadero artista creativo, prosiguiendo y mejorando los fogosos estudios del maestro Ruggieri, perfeccionó in extenso los fuegos pírricos alternando piezas fijas con piezas giratorias, lo cual es de suma perfección si se tiene en cuenta que el movimiento de rotación se opone per se a que se establezca la comunicación entre las piezas. El sutil rebusque se basaba en una fuerte broca colocada horizontalmente sobre un sólido poste de madera y que servía de eje a todas las piezas, de las más simples a las más complicadas, combinando en ajustada competencia de ingenio soles fijos, estrellas, glorias, patas de ganso, aspas de molino y las maravillosas espuelas de fuego de su exclusiva invención. Inspirado por la alada figura de la señorita Haydée, el señor Pelice llegó incluso a fabricar aquella atronadora pieza en espiral, compuesta de fuegos giratorios y de una hilera de lanzas que sube circularmente y forman, cuando la pieza gira, una espiral de fuego, de enorme pasmo y majestuoso incendio, que disparó para la noche del 9 de julio de 1935. Esa misma noche, en la casita que habitaba en las afueras del pueblo sobre el camino de tierra a las Aguas Corrientes, después de encender cuantas velas y lámparas tenía y distribuirlas por toda la casa y aun en el jardín, el señor Pelice se estableció frente a su escritorio de persiana y tras suspirar largamente mientras se rascaba la cabeza con una lapicera de pluma de pavo escribió con su hermosa letra bastarda de curvas rotundas y el sesgo conexivo de 30º, como se prescribe, la misma con la que copiaba las fórmulas del maestro julio Rossignon, autor del Nuevo Manual del Cohetero y Polvorista editado por la librería de la Vda. de Ch. Bouret, su primera carta a la señorita Haydée, inspirada libremente en el Corresponsal del Amor, Estilo Moderno de Cartas Emotivas y Pasionales. Como, según las apariencias, sobrepasaba en varios años a la señorita le pareció atinente utilizar como modelo la carta de un viudo pidiendo relaciones a una soltera, aunque él, con propiedad, no fuese viudo de mujer sino más bien viudo de costumbre.
Releyó un par de veces la carta a la luz de la lámpara de aceite de tubo alto y luz espesa, que era su preferida y que cuando se adormecía lo despertaba con breves y susurrantes chisporroteos de la mecha, como si chamuyara. La plegó con cuidado, la besó ladeando sus bigotes de manubrio y la metió en un sobre perfumado. A esta carta nocturna siguieron otras muchas, puntualmente una por semana, pero el señor Pelice no llegó a despachar ninguna. Prefería rellenar con ellas las bombas de estruendo, que ahora sonaban un poco más apagadas o huecas, aunque sólo él lo notase, y desparramarlas en mil pedacitos sobre los techos del pueblo. Algunos de esos pedacitos cayeron en el patio de canteros elevados de la casa de la señorita Haydée Lombardi, aunque lamentablemente el día de la carrera de las Doce a Bragado, cuando disparó una bomba para la largada, un papel chamuscadoque decía "Mi adorada Haydée" cayó con tan mala leche que fue a dar en el patio de la señora Haydée Bonsignore y más precisamente casi a los pies del señor Bonsignore, que tenía la sangre caliente, y se armó una podrida de calendario.
El señor Pelice seguía transcurriendo exacto, puntual todas las tardes por frente a la casa de la calle Saavedra y allí estaba siempre la señorita de visu, cada día más blanca y leve, casi transparente.
La señorita Haydée Lombardi murió de tabardillo el 8 de mayo de 1946. El señor Pelice redactó esa noche la única carta que en todos esos años remitió por correo. "Mi estimada señorita: en momentos tan especiales deseo expresarle a usted mi invariable afecto y la seguridad de mi perdurable compañia en esa otra vida de tránsito que ha iniciado usted y que me impongo yo en este mismo momento. Su leal servidor P." El señor Pelice echó la carta al día siguiente y no volvió a salir de la casa por el resto de sus días. Solamente lo hacía cada 8 de mes, por la tardecita, para depositar un sobre perfumado en el nicho de la señorita que luego se llevaba el viento o algún curioso o bien lo chamuscaba y descoloría el tiempo. Coincidió que para entonces los festejos de estruendo fueron cayendo en desuso y se convocaba a remate por edicto judicial. Al tiempo, los vecinos lo dieron por muerto o simplemente lo olvidaron. Ya estaba el asfalto, se habían construido varios molinos, el Expreso Rojas llegaba hasta Buenos Aires y sobre el pueblo de tapiales amarillos había surgido otro pueblo. La casa de la calle Saavedra se convirtió en un local de compra y venta de propiedades.
A todo esto el señor Pelice envejecía suavemente detrás del último tapial como un fuego que se apaga con lentitud. Al caer la noche encendía todas las velas y las lámparas y daba de comer a unos pececitos de colores que criaba en un acuario y que eran su única y silenciosa compañía. Tenía una colisa labiosa, dos ángeles que parecían dos pajaritos rígidos, un betta splendens, un labeo bicolor, un telescopio renegrido de ojos saltones que semejaba un gato, una ninfa, un cometa y dos besadores chatos y blancos que colgaban del agua como dos papelitos. La luz del atardecer penetraba por la puerta-ventana que daba al jardín y revestía el cuarto de una claridad dorada que encendía pálidamente la pecera. Los pececitos flotaban en el agua dorada como suaves pájaros de lento vuelo, desplazándose majestuosamente entre las ramitas de elodea o de helecho japonés. El señor Pelice inclinaba su cabeza encanecida sobre los vidrios y sus pensamientos se desplazaban tan lentos y suaves como aquellos pececitos ánimas. Detrás del tapial amarillo que con las sombras se cubría de caracoles, el señor Pelice se hinchaba y arrugaba un poco más cada año. Ahora podía salir y pasar entre los vecinos sin ser reconocido. El pueblo seguía progresivo, casi capital. Altas luces de mercurio alumbraban las calles avenidas, el asfalto había llegado hasta la calle Magallanes, en las afueras, había dos semáforos en el centro que saltaban bonitamente del verde al rojo y a la viceversa y de los que don Pelice no entendió muy bien su significancia, aunque imaginó que eran tramoyas de estación. La iglesia de San Isidro, tan altiva, tan de lejos visible apuntando al cielo entre los árboles sobre los buenos campos, había sido vaciada por dentro, ya no consistía aquel brillante altar con columnas al pan de oro y la santa imagen, muy carnal de su contexto, de Santa María bendita, todo color y vestes y brillos y ojos de vidrio y el niño desnudo, barrigoncito, sino que ahora era una especie de agudo galpón blanqueado, con una mesada en alto. Quedan de los otros tiempos, y por allí la reconoció, los grandes ventanales con vidrios a franjas blancas y violáceas que según la disposición del sol azulaban a cierta hora el aire, las gentes, las imágenes de bulto, en cuya luz vio una mañana sobreandar, flotante, a la señorita Haydée con un tul que le velaba el rostro y de cuyos entrepaños florecían ambas manos como de cera. Nada de eso prevalecía ya. El mismo no era el Pelice de entonces pues nadie se volvió a reconocerlo cuando avanzó por el medio de la nave con el panamá en la mano haciendo crujir los resecos botines de becerro. De regreso pasó por la calle Saavedra y hundidaentre dos vidrieras que resplandecían descubrió trabajosamente la negra silueta de la casa con un afrentoso letrero sobre la puerta. Haciendo visera con la mano, sus ojos repasaron el imbatible tejado a la Mansard que se recortaba contra el resplandor de las luces de mercurio. Esa noche escribió una larga carta a la señorita Haydée dándole cuenta de los adelantos habidos y de las altas y frías luces que hubiesen quitado brillo aun a las cascadas de cuatro brazos, de once metros de alto con 20, 16, 12 y 8 cartuchos detonantes respectivamente más otros 4 en el extremo superior del palo que construyó para el sesquicentenario y que fue su más colosal de facto.
Ahora es noviembre. En la profunda noche perfumada al señor Pelice, ya decididamente viejo y por lo tanto insomne, le cuesta una barbaridad conciliar el sueño. Casi no duerme. Se aquieta sobre el catre y hacia el amanecer se adormece un poco. En esas largas horas divaga por el jardín con la lámpara de aceite en la mano o se echa en una mecedora e impulsada por el aire dulzón que despide el ligustro humedecido por el rocío, su cabeza se vuela como un globo o una pajarita de papel que planea sobre el viejo pueblo con los tapialitos amarillos y las calles de tierra y tanta cosa que se desapareció u ocultó, no visible a prima facie, que eso es la muerte, olvido, oscuridades, suma y suma, tiempo y tiempo, distancia inmóvil.
En la madrugada acercó la lámpara a la pecera y comprobó ya sin dolor que el pez telescopio, ese lento pajarito renegrido que lo observaba con sus grandes ojos saltones a través del cristal y con el que casi había llegado a entenderse, de un mundo a otro, pez-hombre, pez-pez, flotaba inerte en uno de los rincones. Al principio, cuando instaló la pecera, eran doce movedizos pececitos pero, iletrado en aguas, el exceso de comida o alteraciones en la temperatura o defectos en la aireación y filtración redujeron el lote rápidamente. La primera muerte fue una catástrofe. El señor Pelice extrajo el cuerpecito finado, una vez que comprobó en forma absoluta que no se movía ni aun empujándolo con un dedo, con la redecilla de tul y lo depositó sobre una hoja de hortensia en el medio del escritorio y lo veló algunas horas con la lámpara de aceite. Con una cuchara cavó un hoyo al pie de una magnolia foscata y enterró allí al pececito. No se había aún recuperado de aquella sensible pérdida cuando murió un macropodus opercularis que comenzó boqueando en la superficie y luego se acurrucó en un rincón con el vientre hinchado. Lo sepultó al pie del ciruelo de jardín de aladas hojas marrones. Así fueron muriendo uno tras otro y el viejo enterrándolos al pie de esta planta, aquella. Al telescopio lo plantó junto a su arbolito más querido, un jazmin japonés de flores carnosas que reventaban justamente para fines de noviembre y se removían en la noche como avecitas blancas bombeando intensas ondas perfumadas que traspasaban la oscuridad hasta el catre o la mecedora del señor Pelice, que ya prácticamente no duerme. A ratos lee, a ratos escribe pero sobre todo piensa. Eso es la vejez seguramente, una desvelada memoria. Por lo general reconstruye el pueblo desde su infancia mezclando o, mejor dicho, combinando los tiempos, las personas. Desfilan contra un mismo tapial o por la penumbra amarilla del cuarto el padre Doglia, previniéndolo en cocoliche sobre las tentaciones de este mundo mientras se pone y se quita el bonete francés, nervioso con la presencia del demonio a quien imagina una especie de comisario de la provincia con el uniforme colorado, el viejo Ponce, que habla solo, Bimbo Marsiletti que agita los brazos frente a una banda invisible, Oreste Provenzano que levanta una ristra de billetes de lotería o los tanos Minervino, Visiconti y Ciminelli que pasan tocando la gaita en fila india igual que en la procesión de la Virgen del Carmen.
Desde que se marchó la señorita Haydée ha tomado por costumbre colgar un farol de viento en medio del jardín. El viento lo agita y remueve las densas sombras que cambian pesadamente de lugar. Su luz anaranjada semeja la lechosa claridad de la pecera. Y en esa luz submarina ve brotar en la punta de una ramita al macropodus opercularis o a labeo bicolor o al scatophagus argus o a los puntius arulius que murieron a dúo. Se agitan como flores o pajaritos o caireles, casi transparentes, muy navegantes. Esta noche de noviembre florecerá sin duda el telescopio, pez pajarito de negros velos, en la cresta del jazmín japonés.
El 8 de diciembre, día de la Inmaculada, el señor Pelice escuchó desde el catre el volteo de las campanas que convocaban a la misa solemne de primera comunión con la lámpara de aceite todavía encendida a un lado, sobre la silla. Pensó en la virgen de cemento que erigieron las Hijas de María en el atrio de la iglesia y que viera la última vez con el rostro y las manos de color carne y las hileras de chicos con brazaletes y túnicas que atravesaban la plaza y estarían ingresando en este mismo momento por la puerta puntiaguda a través de la cual se alcanzaba a ver el altar colmado de luces. Pero su hinchado cuerpo no obedeció al impulso. Tenía los brazos adormecidos y las piernas envaradas. Recién a la tardecita, arrastrándose por el piso, pudo dar de comer a los pececitos. Angelita Alori, que venía dos veces por semana a asear la casa, lo encontró al día siguiente tumbado en el piso de ladrillos y lo acomodó en el catre para finales. Como por otro item padecía el mal de orina, Angelita le preparó un cocido a base de raíz de rábano con una mata de perejil y un puñado de hojas de berro, endulzando el conjunto con azúcar de cande. Se abreva una copa para extraer la orina y los humores que vienen de acompañamiento, aconsejándose un Pater para refuerzo. El señor Pelice mejoró de la orina pero total que era casi lo mismo pues no podía transportarse para expulsarla, debiendo ayudar al efecto la Angelita con la vista vuelta hacia otra parte. El 8 de enero puntual, el señor Pelice emprendió su tránsito con el traje de gabardina, el sombrero panamá y los botines de becerro a la hora justa en que los pececitos se brotaban en las ramas. Según la Angelita, que depuso para constancia, hizo una buena muerte, al natural, y fue enterrado de oficio, sin luto ni comparsa, en la mera tierra.
Ahora bien, y a propósito del señor Pelice que pasó, pregunto: ¿cuál es, cuál el verdadero pueblo de la ciudad de Chacabuco, cuál rige? Este de ahora encumbrado en adelantos o aquel otro de los tapialcitos amarillos y las calles de tierra, cuando el camión de riego asentaba el polvo al atardecer y todo era más viejo y simple pero más dulce, y bastaba con estirar el cogote para ver al fondo de la calle las primeras quintas y que por la calle Saavedra en este momento se acerca gravemente el señor Pelice, se detiene frente a la casa de los Lombardi, ya medio en sombras, se quita el panamá y saluda a la señorita Haydée que dice por primera vez con su voz de pajarito:
-¿Habrá calor este año, no cree usted?
-El sol está fuerte para noviembre -responde per oblicua el señor Pelice.
-¡Hermoso atardecer!
-Sopla algo de viento, por suerte.
-¿Hacia dónde va usted tan incontinenti?
-Al prado -improvisa temerario el señor Pelice.
-Muy buena idea. ¡Me gustaría mucho ir hasta ahí! -canturrea la señorita.
El señor Pelice le ofrece el brazo y la señorita Haydée con una risita se aparta de la puerta y enlaza el brazo del maestro cohetero. Las dos figuras se alejan entre tapiales amarillos y penachos de sombras rumbo al Prado Español mientras sobre el pueblo desciende la perfumada noche.





*de Haroldo Conti.
-LA BALADA DEL ALAMO CAROLINA -tomoI- Biblioteca Página/12 nº20.











El muso*




El tío era muy macho. Sensible si, pero sobre todo macho. Hasta tal punto defendía su masculinidad que en su vertiente de poeta buscaba la inspiración en un "muso". Esa obcecación le llevo a escribir poemas horribles, mal rimados y sin contenido, seguramente porque no encontraba la fuente de inspiración adecuada.

Ningún editor quería correr el riesgo de poner un libro suyo en el mercado y un amigo que se vio obligado a hacerlo se arrepintió toda su vida porque de los 3000 ejemplares de la tirada todavía tiene 2968 en su almacén.

Reconoció, al fin, que estaba errado admitiendo que únicamente en brazos de su musa podría escribir poemas originales y con sentimiento. Se dio cuenta, tras el éxito de su tercer libro, que la inspiración era como la vida; a él le gustaban las mujeres y había estado todos aquellos años manteniendo una
relación homosexual. Decidió olvidar definitivamente al muso. ¡Ya estaba bien de mariconadas!. Menos mal que sus amigos no se habían dado cuenta.




*De Joan Mateu. joan@cimat.es











*



Queridas amigas, apreciados amigos:



Este domingo 29 de marzo de 2009 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg (107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa bilingüe Poesía y Música Latinoamericana, música del compositor brasilero Ronaldo Miranda. Las poesías que leeremos pertenecen a Pedro Arturo Reino Garcés (Ecuador) y la música de fondo será de Wayna Picchu
(Andes). ¡Les deseamos una feliz audición!




ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at

(Link MP3 Live-Stream. Se requiere el programa Winamp, el cual se puede bajar gratis de internet)!!!! Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!!




REPETICIÓN: La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo!

Freundliche Grüße / Cordial saludo!



YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.com
Schießstattstr. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel. + Fax: 0043 662 825067




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domingo, marzo 22, 2009

DE PRINCESAS, GORILAS, OSOS, PATRONES, Y ARPONEROS...


*ILUSTRACIÓN DE FREYJA. freyja_walkyrien@hotmail.com


Princesa secuestrada*



Montado en su brioso corcel, divisó desde la mitad del páramo el castillo que se dibujaba a contraluz en la cima del altozano. Decididamente se dirigió hacia él con la esperanza de poder guarecerse durante la noche.

Al acercarse alcanzó a oír unos gritos de socorro que salían de una de las torres. Una mujer estaba solicitando ayuda con la voz desgarrada y un tono lastimero que le indujo a espolear su caballo y acercarse a galope hasta la muralla.

Una vez allí, levantando su yelmo, preguntó .

- ¿Quién sois y que os ocurre?
- Soy la princesa Stefany Plumkier y he sido secuestrada del castillo de mi padre por un dragón que me tiene prisionera.
- No os preocupéis bella princesa, que ha llegado el caballero que os salvará de vuestro encierro.
- Si me liberáis, caballero, me casaré con vos.

Y dicho lo anterior, el caballero se dirigió hacia la poterna del castillo mientras increpaba al Dragón a que saliera para batirse en duelo. Al poco, asomó por el rastrillo un Dragón de color verde esmeralda, que arrojando llamas por la boca y volutas de humo por la nariz arremetió contra el caballero con aviesa intención.

El caballero logró esquivarlo haciendo que el caballo cabriolara, y de un certero golpe hirió al dragón en la espalda hiriéndole en el lomo. El dragón cayó al suelo aparatosamente levantando una enorme nube de polvo. IOR al caballero y salió huyendo hacia el bosque Tiró el combate, dejando claro que le habían vencido. Seguidamente liberó a la princesa y montándola a la grupa de su corcel se encaminó al reino de su padre para recibir su bendición, desposarla y vivir en el castillo.

Cuando llegó ante el rey se extrañó de la escasa alegría que manifestó éste al ver a su hija, pero supuso que sería por la emoción y la sorpresa. En pocos días se preparó la boda y el festejo, cumpliendo la bella princesa la promesa realizada.

El cabo de medio año, avanzaba un caballo con el caballero por el páramo en dirección al castillo. A la grupa, amordazada, una princesa hermosa como una rosa gimoteaba y daba pataditas. Al llegar a la puerta del castillo, el caballero se arrodilló implorando al Dragón que encerrara de nuevo a la princesa en la almena del castillo y la amordazara para que nadie más cayera en el error de querer salvarla.



*de Joan Mateu. joan@cimat.es






DE PRINCESAS, GORILAS, OSOS, PATRONES, Y ARPONEROS...






DIARIO MOJADO DE MEMORIA*



Mi amiga aun no ha vuelto.
Quizás no vuelva ya.
Está aquí, entre nosotras.
Pero esta no es aquella.
No es la que caminaba conmigo bajo la lluvia.
La que es la de la barra del mate amargo.
La que relojeaba los chicos de la facultad.
La que pintaba pesebres y árboles azules.
La que leía Sarte, el Che, Artl.
La que amaba la teta buena, hasta que conoció la mala.
La que llevaron porque estaba pintado paredes.
Leyendas limpias en ciudades sucias.
La que recibía cartas y promesas de amor.
La que, creímos, pertenecía al país de los N N
La que se me apareció un día tras percheros de tienda.
Lloré. Lloré de miedo, de alegría, de amor.
No!. Lloré de dolor.
Sin dientes, sonrisa mueca contorsión.
Sin amor. Mentira, cartas basuras. Roña. Homínido.
Luego, universo coma. Registro en blanco.
Blanco guardapolvo. Blanca tiza. Blancos dientes.
Blanca nada.
Fábulas.
“Trece fábulas y media”
“cuanto mas canalla es la doctrina mejor el discípulo.”
Blanco corcel/ matungo rengo. Padre de la Patria.
Mariano claro muerte oscura Moreno.
Había una vez un continente de oro.


La m de mamá. La m de mentira.
La d de dedo .La d de dolor
La p de picana. La p de papá.
La o de oso. La o de olvido.
¿30 mil? ¿30 mil? (+) x (+)= (-) (-) x (-)= (+)


Me duele el robo, amiga. Aun me dueles.
No en el corazón
En la panza me dueles.
En la panza, todos los días.
Todos los días, cuando leo el diario.
El diario de hoy, amiga, está mojado de memoria.



*de Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar







Escribas a sueldo…*



Un amigo (¡Guarda, no yo, un amigo dije!) trabaja, o hace como si, en una empresa mediana del ramo - digamos - plástico, en la periferia de - pongamosle - Córdoba. Ocupa allí un puesto gerencial, dentro de una estructura bastante reducida de dirección. Su salario, si bien no es comparable al de puestos similares en empresas multinacionales, le alcanza para sostenerse con decoro, y hasta para verse asiduamente con la mujer que ama, que vive - supongamos - unos 300 km. al sur de la docta.
La marea, o tsunami, de la crisis global del capitalismo no perdonó a la empresa en la que trabaja mi amigo - llamémosle Gerardo - que vió disminuidos sus pedidos en un módico 80 y pico %. Después de una reducción de personal drástica (- 50 %), adelanto de vacaciones y dos periodos de suspensión en febrero y marzo, la empresa - sus titulares, bah - decidió solicitar la colaboración de los trabajadores remanentes, los registrados y de mas antigüedad, proponiendo que estos aceptaran una reducción de algo asi como 1/4 de sus haberes, los cuales - recordemoslo - dificilmente les permitan nadar en la abundancia.
La propuesta ¿como calificarla? invocaba como razones valederas la necesidad de mantener la competitividad y sostener un costo de producción no demasiado ruinoso, dada la baja de precios a la que tuvo que recurrir la empresa para mantener un mínimo de presencia en los mercados.
Atendiendo a la inquietud que esta propuesta generaba en los trabajadores respecto a sus futuras posibilidades de cumplir con funciones tales como alimentación, vivienda, salud, y educación de la prole, la empresa comunicó su intención de recuperar, paso a paso, los niveles nominales de remuneración, vinculando los plazos a la obtención de aumentos en sus principales productos. El objetivo, de este modo, se cumpliría en la medida en que se produjese el ingreso al círculo virtuoso de mayor demanda, mayor producción, baja de costos, reanudación de la inversión, mejora de la productividad, crecimiento de la rentabilidad empresaria, y - last, but not least - retorno a los niveles salariales previos.
A los efectos de generar una fórmula que refleje los movimientos que en la economía de la empresa produciría el antes citado círculo virtuoso, convocó el titular a mi amigo Gerardo, quién posee algunos rudimentos de analisis de costos y sistemas productivos. La consigna fue demostrar que los numeros de la empresa demostraban pérdidas. Pero, pero, resultó que no era asi, y para demostrar eso habia que - ejem - dibujar algunos guarismos y aplicar un poco de creatividad. Mi amigo, de una mentalidad muy convencional y poco dado a los vuelos imaginativos, se dirigió al titular de la empresa y le explicó los resultados a los que habia arribado.
Y aquí, mis estimados, se revela - ya cerca del final - el conflicto, el nudo, que todo relato que se precie, por chapucero que sea, debe tener: la patronal le pidió a mi amigo - reitero: “mi amigo” - que obviara ese detalle menor, la verdad.
Gerardo, a quién con el paso de los años y la estrecha cercanía he llegado a apreciar, carece de imaginación, como ya fue consignado, pero no de ética, miren ustedes, y ante la presión empresaria dijo “No, tengo un límite de conciencia que me impide mentirle a los trabajadores”.
Tomá pá vos ! Si bien el riesgo de sufrir algún tipo de represalia por su decisión (léase: ser despedido) no era muy elevado, la actitud - conjeturo - no es de las más ruines que se ven hoy por hoy.
¿Cuánto periodista podrá exhibir conductas similares? Se pregunta este polígrafo, sin dobles intenciones.



*De Udi. udi.cuatro.catorce@gmail.com

"Los momentos en que somos más libres e iguales en este sistema son aquellos que dedicamos a la consecución de la utopía. El resto del tiempo somos meros esclavos."






Los arponeros también lloran*



*Por Adrián Abonizio. abonizio@hotmail.com


Del Mole se decían tantas cosas que no entrarían en un libro. Que fue arponero, boxeador y buzo. Ostentaba un tatuaje velludo en su antebrazo. Estaba dentro de mi libro. El que yo quería escribir y que había situado en Africa, con el hijo de Tarzán en caravana, de liana en liana y de pronto arribar a la ciudad, polizonte de un bote de esos que uno veía en los laterales de los barcos y llegar pero en vez de al Continente Negro a Rosario. Y caer en mi barrio. Y refugiarse, por ejemplo en lo del Mole. Quien, fascinado por su descubrimiento lo protegía, le daba una nueva identidad y lo ponía a trabajar en la gomería.
Luego, sucedían cosas terribles: un gorila que escapa del zoológico y deguella a una vieja y le echan la culpa al Mole y sin querer descubren que tiene un protegido que era ni más ni menos que el hijo de Tarzán. Porque además -y en esto radicaba mi efecto literario- ambos, por las noches salían en Rastrojero a recorrer los barrios salvando indefensos, socorriendo heridos y huyendo de la cana. En esto estaba, camino a lo del Mole, pelota en mano, desinflada. Era una hora rara: la siesta de otoño y ni un alma. Como jugábamos a las seis y yo era el otario encargado de la redonda no me quedaba otra que llegarme al taller para que me la viese si estaba pinchada o le pegue una inflada. No es que no me gustase el Mole: solo que apenas saludaba, olía a chivo y siempre estaba en camiseta, invierno y verano ?la misma además? y bufaba cuando debía atender una tarea menor como la de este boludito pelota sucia en mano.
Me daba rabia que lo hiciera de favor y sin saludar. El, justamente él que no sabía que yo lo iba a poner de protagonista. Que iba a saber si ambos apenas hablábamos y hasta dudo si sabría escribir. Ni se enteraría de mi libro. Pero los escritores éramos asi: incomprendidos. Caminaba, cabeza baja, pateando durante cuadras una chapita de cerveza que se empecinaba en los rebordes de la veredas. Por las ventanas semicerradas se irradiaba la pantalla de la tele difundiendo la novela, algunas cabezas en los livings quietas atravesadas por reflejo suave, el olor a herrumbre de algún depósito, el moho de la lluvia precedida, el sol sobre los caracoles y las hojas de las veredas. En el bolsillo me tintineaba la de veinte para pagarle la pinchadura. El Mole y su olor a perro sudado, carne de guerrero vikingo, remero de los galeotes hecho esclavo y liberto, carnaza blanca sin mujer ni hijos ni vida social quien en cuanto llegaba el viernes clausuraba el taller de un topetazo y ya nadie lo veía hasta el amanecer del lunes. Un desapercibido, un nadie de 120 kilos, colorado y ausente, sin familia ni corazón ni nada. A ese Mole era al que yo me referiría en posteriores y millonarios libros de aventuras como lo hacía Roy Rockwood en su colección Bomba, el hijo de Tarzán, con Gibo y Wafi de laderos.Yo le había asignado uno a mi protagonista y era él.
Entré por el trajinado corredor de piedritas distraído, las suelas de goma amortiguaron mis pisadas. Allí en medio del taller estaba el Mole sentado sobre un cajón de fierro y madera mirando la novela Estrellita esa pobre Campesina. Caminé hasta que lo tuve cerca como para que me oyera. El Mole tenía fija la mirada y además estaba llorando. Una masa elefantiásica sollozante. Mi héroe gimoteaba silenciosamente, su espalda estaba tiesa a su lado, una maza con cabeza de goma cual la espada cantarina del Rey Arturo, como la daga de Tarzán o la cimitarra de Nippur. Por el perfil entreví que se movía con desconsuelo llevándose la bombilla a la boca. El Mole lagrimeaba con el mate en mano. Pude haberme ido, pensé en mi libro, todo se derrumbaba, pero también pensé en todas las veces que el Mole no nos inflaba. Finalmente tosí, justo detrás suyo y dí palmadas como quien entra de forastero. El Mole se dió vuelta levantando los hombros de sorpresa.
-Dice mi viejo que va a pasar con los dos camiones después y de paso si me puede inflar o arreglar, en cuanto termine el asunto, dije, apuntando con el mentón la pantalla del televisor sucio que tenía delante.Se limpió la moquera con su antebrazo y sin dejar de mirar la pantalla dijo algo así como que a los hombres les suceden estas cosas.Me preguntaba cuales.
-Estas, dijo con simplicidad anticipándome a mi duda. Señaló el aparato.
-Hace bien de vez en cuando mandarse una buena llorada. La propaganda sobrevino como una campanada de round y solícitamente me la infló, sin dejar de espiar la reanudación
-Lisita, che, ni una pinchadura. Y se sentó de nuevo, cual guerrero oteando desde la proa del barco no a la ballena blanca, arpón en mano, sino la cara infantil de Marta González que empezaba a moquear y a moquear de nuevo.



*Fuente: Rosario-12
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-17797-2009-03-22.html






LA JUSTICIA PROHIBIO LAS FUMIGACIONES CON GLIFOSATO EN CAMPOS DE UNA
LOCALIDAD DE SANTA FE
La salud, más importante que la soja*


La medida suspende la utilización del producto en la ciudad de San Jorge, corazón del monocultivo de soja, ante un recurso de amparo presentado por vecinos. Productores marcharon al juzgado en defensa de las fumigaciones.


*Por Darío Aranda


Ailén tiene sólo 2 años, pero ya conoce la faceta más silenciada del cultivo de soja: cuando tenía cinco días de vida sufrió su primera intoxicación con agrotóxicos. Desde ese momento, cada fumigación es un camino directo al hospital, y todos los días recibe un cóctel de medicamentos para poder respirar. Ailén tiene los ojos color miel y la tez blanca, vive en San Jorge, centro-oeste de Santa Fe, pleno corazón del monocultivo, y su casa está a diez metros de una plantación de soja. Cada vez que las avionetas rocían los campos, se repiten las alergias, intoxicaciones y problemas respiratorios. En base a estos padeceres y estudios médicos, la Justicia acaba de prohibir las fumigaciones con el agrotóxico Roundup, pilar de la
industria sojera mundial y propiedad de la multinacional Monsanto. La medida privilegia la salud por sobre la actividad económica. Los productores agropecuarios santafesinos estuvieron lejos de aceptar el fallo: marcharon hacia el juzgado en defensa de las fumigaciones.
San Jorge está ubicada a 144 kilómetros de la capital provincial. Viven 25.000 personas y se la conoce como la "capital de la industria alimentaria", por su pasado con gran variedad de cultivos, aunque desde hace una década reina la soja. En el barrio Urquiza, en las afueras de la ciudad, frente a campos con la oleaginosa, predominan las casas bajas aún sin terminar. "No estamos contra los sojeros, sólo queremos cuidar a nuestros hijos. Y todos acá sabemos que cuando fumigan, los chicos sufren", resume Viviana Peralta, mamá de Ailén e impulsora del recurso de amparo, que fue acompañada por otras veintidós familias y el Centro de Protección a la Naturaleza (Cepronat).
El juez Tristán Martínez -del Juzgado Civil, Comercial y Laboral 11- hizo lugar al amparo el lunes último y ordenó la suspensión inmediata de las fumigaciones en adyacencias de la zona urbana de la ciudad, hasta que el Concejo Deliberante y el Municipio se hagan eco de la ley 11.273 (sancionada
en 1995) y determinen qué zonas pueden ser rociadas con agrotóxicos.
La soja sembrada en el país ocupa 17 millones de hectáreas de diez provincias y tiene nombre y apellido: Soja RR, de la empresa Monsanto. Se llama así porque es "Resistente al Roundup", nombre comercial del glifosato, herbicida vendido por la misma empresa. El químico se rocía sobre la maleza, que absorbe el veneno y muere en pocos días. Lo único que crece en la tierra rociada es soja transgénica, modificada en laboratorios. La publicidad de la empresa clasifica al glifosato como inofensivo para el hombre. La abogada patrocinante, Gabriela Ferrer, piensa diferente. "Los cuadros de broncoespasmos se agravan en épocas de fumigación. Los médicos han recomendado abandonar las casas cada vez que haya fumigaciones. Aunque se encierren en sus viviendas, se repiten durante días los dolores de cabeza,
los problemas de garganta y la irritación de ojos", detalla en la presentación judicial, que apunta contra los productores sojeros, la Municipalidad de San Jorge y el Ministerio de Producción provincial -que
rechazó hablar con este diario-. Ambos espacios gubernamentales son responsables, por ley, de delimitar qué zonas deben ser destinadas a cultivos y qué espacios estar libres de agrotóxicos.
El amparo también avanza contra el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria. "Según el Senasa, el principio activo del glifosato está clasificado en la categoría de menor riesgo toxicológico, pese a que investigadores nacionales e internacionales han probado su alto grado de toxicidad y sus nefastas consecuencias sobre la salud", detalla el amparo.
Las familias denunciantes y el Cepronat forman parte de la campaña "Paren de Fumigar", iniciativa que denuncia los efectos sanitarios de los agrotóxicos y busca detener el uso de herbicidas perjudiciales a la salud y al ambiente.
Su fundamento es el artículo 41 de la Constitución nacional. "Todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente sano, equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan las necesidades presentes sin comprometer las de las generaciones futuras."
Ayer a la tarde, tres días después de la prohibición judicial, Viviana Peralta (la impulsora de la denuncia) aún no había salido de su casa por temor a represalias. El pueblo, zona de monocultivo por excelencia, estaba convulsionado por el veto a las fumigaciones. Los productores sojeros no paraban de llamar a las radios locales, criticaban a las familias fumigadas y hasta se reunieron fuera del juzgado, para exigir que el juez se retracte.
"Los 'gringos' (productores de soja) andan diciendo por todos lados que nosotros dejamos mal parada a la ciudad. Es mentira, sólo queremos cuidar la salud de nuestros hijos", explica, preocupada, la mamá de Ailén. "Soy nacida aquí. Mis seis hijos nacieron aquí. Siempre vivimos tranquilos, pero desde que llegó la soja todo cambió. Ya no se puede vivir por el veneno y no se puede hablar mal de la soja porque te saltan encima, te declaran enemigo.
Les importa más el dinero que la salud de nuestros hijos", lamenta.


*Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-121878-2009-03-21.html






La lluvia‏*


Una sugestiva llovizna nocturna calmó la sed de la tierra quebrada por la gran sequía.
El sonido del caer de las letras sobre el teclado del techo de chapa, inundó la noche con célebres melodías.

Pero, se volvió tan ególatra que:
Aún cuando era muy oportuna. La lluvia, en su prepotencia por esconder durante tanto tiempo la delicada luz de las estrellas…
Los charcos comenzaron a enloquecer y agitarse por el fastidio.-



*De Azul azulaki@hotmail.com







LA REALIDAD SE MIRA Y SE TRASTOCA*




*Por Miriam Cairo. cairo367@hotmail.com



¿LOS POSESIVOS TIENEN QUE MORIR?

Ella dice que nadie, con dos dedos de frente, va haciendo por ahí esta pregunta: "¿Es tu esposo?" En principio, porque todo bien nacido tiene cierta aprensión por los posesivos: ser dueño de algo implica capitular, como el más mórbido capitalista, ante las luces de colores de la propiedad privada.
Dentro de todos los males, ella admite que tener un auto es más aceptable que tener un marido, porque al auto, uno lo posee con claros fines de estatus y egolatría y, además, lo cambia sin ningún remordimiento.
Sin embargo, lo del esposo es distinto porque, aunque algunos logren disimularlo, un esposo es un ser. Y ahí es cuando se entiende que a todo bien nacido le estorbe tanto el posesivo.
Ante aquella capciosa pregunta, una bien nacida responderá que ese ser trabaja, ronca, se queja, duerme, se aburre, respira y habla como esposo, pero ella nunca quisiera tener que decir "sí, es mío". Porque si él es de ella, ella es de él. Y ella no sólo carece de la domesticidad pertinente para pertenecerle, sino que por sobre todo, ser propietaria de un ser no la estimula en lo más mínimo. A ella sólo le gustan los seres que son dueños de sí mismos.


¿LA TERCERA PERSONA TIENE QUE MORIR?

Sobre todo, él quiere que yo escriba como si 'vos' fuera la tercera persona porque dice que cuando la lingüística mete las narices en la verosimilitud nos hace comer su grupa amarga.
El cree que cuando digo 'yo', la gente lee yo, y cuando divo 'vos', piensa que se cae de maduro que es él. Entonces, se siente más tranquilo cuando digo 'él', porque 'él' es distinto de vos. 'El' es lo mismo que nadie.
Es cierto que la tercera persona deja tranquila a mucha gente, porque cuando digo 'él' es como si él no existiera, como si nunca se hubiera movido de su casa para llegar a ser mi vos.
Pero en lo que se refiere a mí, yo ya no niego nada, porque estoy tratando de hacerme una vida más cercana a la señal de mi presencia. Tampoco me empeño en decir que mi vida es una vida, porque las vidas, así como así no me interesan. Yo ya tuve una hecha y derecha. La lingüística podía meter sus
narices donde quisiera que mi vida sintáctica nunca estaba desordenada. Pero esas no eran para mí buenas noticias porque por entonces, mi 'yo' era un 'yo' en tercera persona. Un 'yo' lo mismo que nadie.


¿CIERTAS VERDADES TIENEN QUE MORIR?

El no es proclive a ocultar el dolor con una pierna fracturada bajo las ruedas de un camión, en cambio tiene facilidad para fingir que no siente otros dolores más evidentes.
El sólo tiene sus manos para estar solo y una mueca aprendida para la foto de la fiesta de San Patricio.
Si un hombre sonríe para la foto nadie le pregunta si esa sonrisa es de verdad. Si no sonríe, tampoco le preguntan si esa tristeza es de verdad. La verdad es una materia que evalúan otros.
Pero lo que nadie sabe es que él tiene un anzuelo clavado en el corazón. Se cuida de que nadie vea sus gemidos de placer-dolor. Hace un aprendizaje musical del silencio.
Todos ven la pierna rota y aprecian esa mueca benevolente que ofrece para el portarretrato, pero lo que está clavado en su corazón no lo ve nadie porque no debe verlo nadie. Además de que nadie crea ya, que él tenga todavía algo clavado en el corazón.


¿LOS QUE ESCRIBEN TIENEN QUE MORIR?

¿Qué visión de la vida puede transmitir la maldita en su escritura, al incluir en el mundo criaturas tan carcomidas? Aunque éstas provengan de la más prominente realidad, en sus textos no logran seguir mereciendo la misma lástima.
Si bien es cierto que cada renglón escrito nos confirma que ella nunca debió escribirlo, nos preguntamos de qué otro modo nos encontraríamos renegando de penetrar en terrenos tan peregrinos.
Lo principal es que ella sabe bien que la conciencia no la respalda. Y que su monstruosa desmemoria le ayuda a sabotear toda omnisciencia dobladora de sombras.
Dos cosas debemos notar a esta altura del desconocimiento. En primer lugar, que el lector maldito está dentro de la mente de la narradora maldita. En segundo lugar, que la tercera persona tiene valor de primera, que la primera tiene valor de tercera y que con el vértice filoso de su escribir traza la
costura que cose un esperanzado nosotros.


¿LOS QUE TIEMBLAN TIENEN QUE MORIR?

Quede claro que cuando llegue el momento de empuñar las armas, a la que mira y trastoca, le va a temblar el pulso.


*Fuente: Rosario-12
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-17784-2009-03-21.html






*

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Este domingo 22 de marzo de 2009 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg (107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa bilingüe Poesía y Música Latinoamericana, música del grupo brasilero Quadro Cervantes. Las poesías que leeremos pertenecen a Óscar Ángel Agú (Argentina) y la música de fondo será de Wayanay (Andes). ¡Les
deseamos una feliz audición!


ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at
(Link MP3 Live-Stream. Se requiere el programa Winamp, el cual se puede bajar gratis de internet)!!!! Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!!


REPETICIÓN: La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo!

Freundliche Grüße / Cordial saludo!

YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.com


Schießstattstr. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel. + Fax: 0043 662 825067




*


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