martes, noviembre 29, 2016

LOS QUE HABITAMOS LA INTEMPERIE...



*Dibujo de Erika Kuhn.








*



Vos y yo
conocemos el valor de la tristeza.
Somos
los que habitamos la intemperie,
los que encendimos en la noche el fuego
para no morir.
Los que buscamos una mano,
un cuerpo,
otra soledad
donde anidarnos.
Somos los que temblamos,
todavía.
Los que celebramos
la pequeña victoria de reír.


*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com









LOS QUE HABITAMOS LA INTEMPERIE…









Lo que hubiera querido ser:



*Por Angie Pagnotta. revistakundra@gmail.com





Se despierta. Sueña con el pasado. El pasado vuelve escalonado, desacomodado, trastocado. Se despierta molesta. Todavía tiene ese gusto en la boca. Suena el teléfono. Va al baño. Se lava la cara y los dientes. Se mira al espejo y recuerda fragmentos del sueño. Flashes. Imágenes. ¿Por qué con mis ex?, se pregunta inquieta.

Con uno fantasía, amor, sexo, cariño. Con el otro reproche, violencia, enojo, agresividad. Por uno, hubiera dado la vida. Por el otro, tuvo que dar la vida a cambio de nada o menos que nada. Nada. Por uno, dejó pasar el tiempo, actuó tarde, lo dejó ir sin saber lo que perdía. Por el otro, anestesió parte de su vida en años que no valieron la pena, no actuó, se dejó ir a sí misma, sin saber, tampoco, que perdía de ella. Federico y Mario, dos antagónicos e insoportables pasados que volvían en sus sueños.

En el sueño ella era como hubiera querido ser. Estaba radiante, brillante, etérea. Federico le decía —por fin— que quería estar con ella; entonces nada más había que decir: se besaban en un beso eterno, sin prisas, demorado y apasionado. Los dos se sentían vivos, enteros. Estaban embarcados en una fantasía que habían reprimido por mucho tiempo, años enteros en la vida real, pero que en este sueño cobraban vida y se iban transformando rápidamente en una sensación de bienestar anhelado. En cambio, desde la otra esquina del ring y en lo ideal de su sueño con Mario, Julieta era como hubiera necesitado ser: tras la terrible discusión hecha monólogo —casi tal como la vivió unos meses atrás— Julieta decidía no callarse y tomaba las riendas del pleito, después de una larga y convincente explicación en donde argumentaba los motivos reales de su infidelidad. Después de un tiempo, lograba —mediante un gesto— que Mario comprendiera todo lo que necesitaba comprender de un tirón, sin planteos. Mario se dejaba rendir y caer al piso y con él en el suelo caían también todas las fichas con dolor. Ella se iba y él —esta vez— no la frenaba. Ambos habían comprendido todo: la relación empezaba a ser pasado y la pareja se había disuelto para siempre. Sin escenas de sentimentalismo barato, sin violencia, sin marcas en el cuello, sin insultos ni golpes bajos. Entonces, el cariño (que alguna vez habían sentido), quedaba en un cajón; como un recuerdo feliz; sin rencor.

Julieta vuelve al baño. Se refriega los ojos y la cara con agua. Las gotas caen por su rostro hacia el lavatorio. Sus ojos están pálidos. Sus mejillas están levemente rosadas. Se sonríe. Se arrepiente de esa sonrisa. Se tira agua bien fría en la cara, de nuevo. Se seca despacio y toma su celular. Manda un mensaje:

Para: Federico

“Querés que nos encontremos este viernes?

Beso, Juli.”




**

-ANGIE PAGNOTTA: Nació en Godoy Cruz, Mendoza, pero a los pocos meses se vino a Buenos Aires, por lo cual es 98% porteña. Es Escritora y Periodista. En 2012 fundó Revista Kundra: literatura aleatoria y el portal de Arte y Cultura, Baires Digital. Trabajó en contenidos de Redes Sociales para Duro de Domar, TVR, Fútbol para todos, 678 y Diario Registrado, entre otros. Colaboró y colabora en distintos medios de Argentina como Revista El Gran Otro, el suplemento Cultura Registrada, Continuidad de los libros, Diario Femenino y el portal de entrevistas Entrevistar-Te. En 2013 obtuvo una mención en narrativa por su cuento “Alejandra”, otorgado por la Biblioteca Nacional. Escribió Nada que no quieras, su primera novela que se encuentra en proceso de corrección y será publicada en 2017, al igual que un libro de cuentos en el que se encuentra trabajando.














LA LLUVIA ENSUCIÓ MIS PANTALONES*



De la mañana a la noche anduve
con mis pantalones manchados por la ciudad,
la lluvia
que había hecho salir el barro de la tierra
se escabulló  tenaz por entre las baldosas
y me asaltó
así
como un triste animal manchado
quedé.
La ciudad brillaba siguiendo su costumbre
brillaba para mí
que soy opaca y traigo
palabras escondidas
para casos de necesidad
de penuria
de escasez
de apremio
brillaba
la ciudad
desde sus más oblicuos perfiles para mí
que fui y vine y regresé
de una punta a otra de los horizontes
con mi pantalón manchado.
Después
cerca de la llegada de la noche
cuando nadie se acordaba ya
del agua que cayó y dejó sus brillos
fugaces
resbaladores de luces
nacidos para morir antes de tiempo,
mis pantalones manchados de animal
causaron risa
mucha risa
esa que casi siempre
mata las bocas de la gente triste.
Mañana también lloverá
y tendré que salir.
Mañana también lloverá.



*De Irma Verolín. irmaverolin@hotmail.com















La Puelcheana*



*Por Graciela Vega. cielavega@yahoo.com.ar




Al pie de la sierra más alta de Lihué Calel, debajo de un alero de piedra, Puelcheana y Kurá guardaban las mantas de piel de guanaco y una pila de leña. El hombre salía a cazar animales y la mujer recolectaba semillas. Sobre la roca habían dibujado sus nombres con ceniza y raíces. Por las mañanas les gustaba subir a la montaña, haciendo equilibrio
entre las piedras. Saltaban esquivando las espinas. Se desafiaban para ver quién de los dos llegaba primero a la cima. Siempre ganaba Puelcheana que conocía los atajos y las huellas de los animales como nadie. Arriba, mientras esperaba al marido, se detenía a mirar la inmensidad.
En ese amanecer de agosto, el sol —como una flor naranja— subía frente a las sierras. Puelcheana se refregó las manos para entibiarlas y las miró. Eran pequeñas y ásperas como el desierto. Cielo y sal por todos lados, solo las sierras protegían del viento y ofrecían un poco de agua para beber. Esta vez algo le oprimió el pecho. Se estremeció y buscó abrigo en el viento. Esta vez Kurá se demoraba. A lo lejos, Puelcheana percibía la voz del volcán mientras un poco más abajo los jotes volaban alborotados. Apretó la frente entre las rodillas y así, acurrucada, sintió los latidos del corazón. Respiró profundo y levantó la cabeza. Por el desfiladero, allá abajo,venía Kurá.

Quiso mirar y la sal, extendida como un manto sin límite, la encandiló. Siendo niña la había llevado por primera vez a la boca y ahora la sed le volvió a la memoria. Amaba ese lugar en donde había nacido y era feliz. Solo que a veces, cuando rugía el volcán, ella y Kurá pensaban en partir hacia el llano en busca de un lugar más estable. Pero Puelcheana no estaba convencida, no podía imaginar una vida fuera de las sierras.
Se frotó los ojos con los dedos y estiró el cuello. Kurá subía, menos mal, por el desfiladero y ella, aliviada, planeó bajar a escondidas para sorprenderlo. Pero de pronto, la montaña se sacudió. El volcán estaba vivo. Puelcheana quedó paralizada. Debajo de ella las piedras se partían. El susto le contrajo una pierna como a los flamencos de la laguna del salitral. Atenta estaba. Oyó nuevamente la voz del volcán. Hubiese querido estar en el refugio con Kurá, entibiando el cuerpo a su lado. Bajó el pie y la montaña volvió a temblar. El volcán no callaba. Puelcheana se puso en cuclillas y nuevamente se rodeó con los brazos. Otro sacudón y se puso de pie y gritó. Después corrió, saltó de roca en roca, arañándose las piernas al tropezar. Cayó. Volvió a levantarse una y otra vez. Kurá la llamaba para bajar y huir.

—Puelcheanaaaa...

Entonces la montaña se dividió en dos. Kurá cayó también y la grieta los separó.

—Puelcheanaaaa...

Ella detuvo el paso. Se detuvo. Quieta. A un paso de saltar hasta él. Hubo un nuevo temblor y la grieta se hizo más profunda. La lava no tardó en bajar. Ella quedó de un lado, él del otro. Puelcheana lloraba ahora. El cuerpo no le respondía. Saltar o quedarse. No tuvo tiempo para pensar y el corazón decidió. Si sus pies hubiesen huido antes... Kurá era su compañero... pero el deseo de permanecer había sido más fuerte.
Primero fueron los brazos los que se extendieron hasta terminar en puños de los que brotaron espinas. Toda ella se balanceaba sobre la roca. Le siguieron los pies que como raíces se hundieron en las uniones de las piedras. Y Puelcheana se fue abandonando a su deseo. Pronto todo el cuerpo se puso verde y fue cubierto por esas blancas y filosas agujas. Del pecho le brotó una flor naranja como el sol que se levanta cada mañana frente a las Sierras de Lihué Calel.




*Fuente: Aurora Boreal®

-El cactus llamado Puelcheana solo crece en estas sierras. Los paisanos suelen llamarla también "Traicionera" porque, bajo el aspecto inofensivo de
las flores, las espinas asoman como dientes. Si alguien la toca, ella teme que la saquen de su lugar.
Solo entonces usa las espinas para lastimar al osado, abriéndose en la carne y desgarrándola sin compasión.














En el caudal espeso de mi sangre*




Te quedaste a vivir

en el caudal espeso de mi sangre.

Estás allí, escondida,

ciñéndote al redoble acompasado

de un corazón que lentamente va apagándose...

Mas, de pronto, te elevas

sobre el silencio inerte de la noche,

de súbito apareces, exultante;

un trote repentino despereza mis venas

y estás de nuevo ahí, llenando mi recuerdo

con el calor de tu palabra ardiente...

Y por un instante, creería que estoy vivo...

Pero pronto recaigo en el letargo.

Lo demás es quietud, desesperanza

y un reloj incesante que astilla la penumbra.

Te quedaste en mi sangre, a la deriva.

Yo

me he resignado a ser tu laberinto.



*De Sergio Borao Llop . sbllop@gmail.com










*


La imaginación

-ese autoengaño de adelantar el tiempo-

me permite ir por un atajo

hacia el encuentro de los sueños.


*De Miryam Colombotto Seia. miryamseia@cablenet.com.ar















UNA INTEMPERIE REGADA DE ESTRELLAS*



“No saber de uno mismo; eso es vivir. Saber mal de uno mismo, eso es pensar.”

Fernando Pessoa
-Recorte del Libro del desasosiego.-



Caminábamos de la mano por la calle peatonal de su ciudad, hoy lejana para mi. Era invierno y de madrugada, íbamos como suspendidos en el aire. La noche estaba estrellada y limpia, por momentos parecía que el cielo se derrumbaba y las estrellas estaban ahí nomás, como al alcance de una mano extendida.
Estábamos solos en la calle o al menos sentíamos que éramos los únicos seres presentes en ese momento tan único y tan frágil a la vez. Una pareja que buscaba una casa, una cama para resguardarse de un frío polar.

Y ahí aparecieron las preguntas sin respuesta sencilla. ¿Que hacía allí lejos de mi pueblo con ella? ¿Que era aquello tan fuerte que nos unía? ¿Era el amor o la devastación de la vida antigua la que nos dejaba unidos en esa intemperie regada de estrellas?


Pensé en la intemperie como algo primitivo: una pareja se refugia de temores y amenazas bien reales. Buscar una caverna, encender el fuego, abrazarse, cubrirse con unas pieles. El mundo era ese ínfimo presente, la idea de la presencia del pasado en sus vidas no tenía sentido. El futuro por definición no existía. Solo ese presente.

Después llegaron trabajosamente los descubrimientos. Los seres que viven su realidad en un escenario interno que llevan consigo, en una neurosis que los protege y limita a la vez. Su propia caverna y el rugido de sus ancestros dinosaurios por si no alcanzara con los miedos reales de la jungla social.

En eso estaba, bien perdido en pensamientos sin solución, cuando llegamos a su casa.

Y antes o después del cariño físico, Raquel me trajo las pantuflas de su ex marido para que no se enfriaran mis pies en el camino al baño.



*De Eduardo Francisco Coiro.














DESPUÉS DE LOS CREPÚSCULOS*



¿Qué queda,
al fin,
después de los crepúsculos?
¿Un beso indiferente en las mañanas?
¿Una caricia, casi distraída,
rozando mi mejilla despeinada?
Pues,
es en este instante en que decido
que no voy a rendirme sin batallas,
que no acepto rutinas,
ni pretextos,
ni caderas de secas naftalinas
en mis rincones de obediencias ásperas,
ni sueños maniatados,
ni mohos transitorios,
ni lunas con mordaza.
Que voy a resistir,
cada centímetro,
de éste,
mi territorio sin palabras,
que voy a encabritar mis rebeldías,
que voy a amarte con la piel descalza
y el fuego,
y el temblor,
y las entrañas,
y algunas veces voy a odiarte tanto
que estallará un volcán en mi garganta
y una lluvia de lenguas derretidas
caerá sobre tu furia estupefacta,
que voy a combatir,
desde mi insomnio,
con toda la estrategia necesaria
para ganarle al mundo las contiendas
en los desfiladeros del hastío,
sin esquinas,
ni magias.

Y después de centurias de crepúsculos
aún andaré de soles rigurosos,
aún llevaré la risa agazapada
nutriéndome de cielo los relojes,
procreándome caminos en el alma,
porque aquí,
en el desorden de mis días,
la vida es un oficio que se asume
insolentando al hombro la esperanza.


*De Norma Segades Manias. directoragaceta@gmail.com
-DEL LIBRO: EL AMOR SIN MORDAZAS












A un visitante *



Todo te parecerá
incómodo
irritante
sucio
de tan
viejo.

Te recostarás
sobre un colchón
hundido.

Te taparás
con sábanas
raídas.

Comerás
harinas
fréidas
fideo
mucho
arroz.

Te
despertarán
el ladrido
de los perros
una pelea campal
entre mis gatos
el obstinado croar
de los escuerzos
pidiendo lluvia
después
de una jornada
de 50º.

Y la lluvia misma
cayendo
sobre el techo
de chapas
te parecerá
el fin del mundo.

Todo
te parecerá
salvaje y peligroso
incluida yo
en mi guarida.

Si lográs
ganarte
el corazón
de Tití
quizá
te ofrende
una serpiente.



*De María Belén Aguirre.
(Tucumán – 1977)










*


Yo, que vivo en un universo bastante asombroso nunca entenderé a la gente que funciona con catecismos y certezas. Pero los respeto, aunque ellos nunca respetan la irrealidad del mundo.


*De Liliana Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com









InvenTREN





El vagón*



Y estoy aquí, frente al remozado vagón-comedor de un añorado tren.
Las roídas maderas de su escalinata, el pasamanos de hierro que vibra bajo mi mano.
Fantasmas de huellas digitales de infinitas manos. Desconocidos inmigrantes llegados a estas inconmensurables pampas a sembrar semillas, hijos, huesos.
Me siento en uno de los bancos, cierro los ojos y los oídos a los infames motores del boulevard próximo y los espíritus centenarios invaden el lugar.
Puedo oír el acompasado trac-trac de las ruedas sobre los durmientes de quebracho. Percibo el agua de colonia de las mujeres, encorsetadas en largos vestidos, me llega el picante humo de tabaco negro. Los quedo murmullos del duro alemán, los exaltados diálogos italianos.
El apocado peón criollo, mirándose pensativo las alpargatas.
Me saca del ensueño la llegada de clientes del vagón-bar. Vuelvo a la realidad del coqueto lugar. Han respetado todos lo detalles del antiguo vagón, sus doradas farolas con pantallas de cristal opaco, la sobriedad de sus maderas y los vidrios fijos de las ventanas adornadas con cortinas de voile blanco, apagan los ruidos de este siglo y se extraña los lejanos aires perfumados de lino y ortigas que éste mismo vagón acumulaba en sus viajes por los campos santafecinos.



*De Elsa Hufschmid. elsifumi@yahoo.com.ar





***
Próxima estación para escribir por Ferrocarril Provincial:

ÁLVAREZ DE TOLEDO

POLVAREDAS.  JUAN ATUCHA.   JUAN TRONCONI.    CARLOS BEGUERIE.
FUNKE.   LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.   LOMA VERDE.
 ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.   GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO.   ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.
 D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.  LISANDRO OLMOS.  INGENIERO VILLANUEVA.
ARANA. GOBERNADOR GARCIA.  LA PLATA.


***
Próxima estación para escribir por Ferrocarril Midland:

ENRIQUE FYNN.

PLOMER.   KM. 55.   ELÍAS ROMERO.  KM. 38.
MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.
LIBERTAD.  MERLO GÓMEZ.   RAFAEL CASTILLO.
ISIDRO CASANOVA.  JUSTO VILLEGAS.  JOSÉ INGENIEROS.
MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.  ALDO BONZI.
KM 12.  LA SALADA.  INGENIERO BUDGE.
 VILLA FIORITO. VILLA CARAZA.  VILLA DIAMANTE.
 PUENTE ALSINA.  INTERCAMBIO MIDLAND.



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Para compartir escritos escribir a: inventivasocial@yahoo.com.ar

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